domingo, enero 31, 2010

Mi noche con J.D.
























En el invierno de 1990-1991, mientras viajaba penosamente por el invierno europeo, medio muerto de hambre y frío, robé un libro de una finca en la Toscana, de madrugada, al final de una fiesta a la cual llegué a través de amigos de amigos de la propietaria. No sé por qué lo hice. Necesitaba muchas cosas en ese momento (fundamentalmente abrigo y dinero) pero no había libros entre ellas. Me consuelo pensando que uno a veces hace cosas que en el momento parecen perfectamente razonables pero que, cuando se revisan a la distancia, se revelan como si fueran obra de un desconocido.

El libro no tenía nada especial, como no fuera algo de nobleza que exhalaba su aspecto antiguo. Bueno, no tan antiguo, pero casi cuarenta años me parecían entonces una eternidad. No tenía idea de quién era el autor ni entendí el significado del título la primera vez que lo leí. No estaba escrito en italiano, sino en inglés, una lengua que yo no dominaba, más bien lo contrario. Tapas duras, cubierta de tela pegada, letras doradas en portada y en las páginas esas letras primorosas con serifs en las que se adivina la presión de los tipos sobre el papel, distibuidas en líneas perfectamente justificadas. No era de apariencia imponente, pero brillaría entre mis ediciones Bruguera de tapa blanda a un peso. Cabía en el bolsillo de un abrigo, y esa modestia me facilitó el hurto. A la hora en que cometí mi crimen casi todos los asistentes a la fiesta estaban borrachos y desayunaban pasta.

Ese invierno también robé otras cosas, todas más urgentes, pero no he vuelto a robar libros. No creo en en la mano del Destino escribiendo casualidades ni creo que un libro pueda cambiarte la vida, pero ese libro cambió mi manera de ver la vida. Se llama The Catcher in the Rye y su autor, J.D. Salinger, ha muerto esta semana. Yo no lo sabía entonces, pero diez años antes Mark David Chapman llevaba encima un ejemplar como ese el día en que mató a John Lennon. Tampoco sabía que hasta los años setenta fue uno de los libros más censurados en los Estados Unidos, ni que desde el primer día de su publicación fue también de los más leídos y admirados. En ese tiempo sin wikipedias, yo había robado un libro cualquiera que después de leerlo se convirtió en un libro único.

Supongo que tarde o temprano habría llegado a la obra de Salinger por procedimientos que habrían pesado menos en mi conciencia, pero me cuesta arrepentirme. Ahora no estoy en el bando de los que roban, sino en el de los que temen ser robados, pero sigo pensando de Salinger, como millones de sus lectores, lo que el protagonista de The Catcher in the Rye, Holden Caulfield, pensaba de sus autores favoritos:

"What really knocks me out is a book that, when you're all done reading it, you wish the author that wrote it was a terrific friend of yours and you could call him up on the phone whenever you felt like it."


Curiosamente, después de escribir esta línea, Salinger pasó más de medio siglo intentando dejar claro a todo el mundo que él no quería ser el amigo de nadie. Su muerte le da definitivamente la razón y nos deja a solas con nuestros deseos sin sentido.