jueves, enero 01, 2009

Martin Amis, al Matadero



Por casualidad he leído casi al mismo tiempo dos libros muy relacionados entre sí: Time's Arrow (1991), de Martin Amis, y Matadero Cinco (1969), de Kurt Vonnegut, en ese orden. Ambos son grandes libros. Con historias, personajes y técnicas narrativas muy diferentes, exponen intensamente el horror de la guerra en general y de la Segunda Guerra Mundial en particular. Pero estoy indignado por el mezquino reconocimiento que Amis hace de su deuda creativa con Vonnegut.

El epílogo firmado por Amis en su libro reconoce, entre numerosas influencias, "a certain paragraph --a famous one-- by Kurt Vonegut".

Cito a Amis en inglés y a Vonnegut en español porque en esos respectivos idiomas he leído la obra de cada uno. El fragmento de Matadero Cinco, bien dice Amis, es famoso, pero es bastante más largo que un párrafo:

"Billy miró el reloj que había sobre la cocina de gas. Tenía que matar el tiempo durante una hora antes de que llegara el platillo. Se fue a la salita balanceando la botella como si fuera una campana, se sentó en una butaca y puso en marcha el televisor. Entonces, tras haberse aislado ligeramente del tiempo, vio la última película, primero al revés, de fin a principio, y luego otra vez en sentido normal. Era una película sobre la actuación de los bombarderos americanos durante la Segunda Guerra Mundial y sobre los valientes hombres que los tripulaban. Vista hacia atrás la historia era así:

Aviones americanos llenos de agujeros, de hombres heridos y de cadáveres, despegaban de espaldas en un aeródromo de Inglaterra. Al sobrevolar Francia se encontraban con aviones alemanes de combate que volaban hacia atrás, aspirando balas y trozos de metralla de algunos aviones y dotaciones. Lo mismo se repitió con algunos aviones americanos destrozados en tierra, que alzaron el vuelo hacia atrás y se unieron a la formación.

La formación volaba de espaldas hacia una ciudad alemana que era presa de las llamas. Cuando llegaron, los bombarderos abrieron sus portillones y merced a un milagroso magnetismo redujeron el fuego, concentrándolo en unos cilindros de acero que aspiraron hasta hacerlos entrar en sus entrañas. Los containers fueron almacenados con todo cuidado en hileras. Pero allí abajo, los alemanes también tenían sus propios inventos milagrosos, consistentes en largos tubos de acero que utilizaron para succionar más balas y trozos de metralla de los aviones y de sus tripulantes. Pero todavía quedaban algunos heridos americanos, y algunos de los aviones estaban en mal estado. A pesar de ello, al sobrevolar Francia aparecieron nuevos aviones alemanes que solucionaron el conflicto. Y todo el mundo estuvo de nuevo sano y salvo.

Cuando los bombarderos volvieron a sus bases, los cilindros de acero fueron sacados de sus estuches y devueltos en barcos a los Estados Unidos de América. Allí las fábricas funcionaban de día y de noche extrayendo el peligroso contenido de los recipientes. Lo conmovedor de la escena era que el trabajo lo realizaban, en su mayor parte, mujeres. Los minerales peligrosos eran enviados a especialistas que se encontraban en regiones lejanas. Su tarea consistía en enterrarlos y esconderlos bien para que así no volvieran a hacer daño a nadie.

Los pilotos americanos mudaron sus uniformes para convertirse en muchachos que asistían a las escuelas superiores. Y Hitler se transformó en niño, según dedujo Billy Pilgrim. En la película no estaba. Porque Billy extrapolaba. Y se imaginó que todos se volvían niños, que toda la humanidad, sin excepción, conspiraba biológicamente para producir dos criaturas perfectas llamadas Adán y Eva.
"

La premisa literaria de hacer que un personaje viva en sentido cronologico inverso no tiene copyright, claro. Ponerse a citar los antecedentes en la literatura moderna es tedioso. Por ejemplo, aunque cita muchos nombres y obras, es curioso que alguien tan ilustrado como Amis se deje fuera de la lista The Curious Case of Benjamin Button, el cuento que F. Scott Fitzgerald publicó en 1921 y que David Fincher acaba de adaptar al cine. Pero en estas líneas de Vonnegut está contenido no solo el dispositivo narrativo sino el preciso contexto histórico que Amis, en un tremendo ejercicio de destreza literaria, extendió hasta convertirlo en una novela de 165 páginas.

La vaga mención que Amis reserva a Vonnegut es un ninguneo culposo. La relación es tan evidente que la cantidad de fuentes que reconoce el autor británico en su libro, entre las cuales hay obras de carácter histórico y científico, termina por lucir como una maniobra de distracción.

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