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sábado, julio 21, 2007

No sabía que los días pueden ser secuestrados


El problema de las monarquías europeas es que para mantenerse a flote -instituciones demasiado antiguas en un mundo demasiado moderno- tienen que poner a sus inquilinos en un limbo: figuras políticas que no pueden hablar de política, personajes públicos de los que no se puede hablar seriamente en público. Ninguna democracia debería darse el lujo de poner a ninguno de sus miembros fuera del alcance de la discusión pública que es la esencia de la democracia. Y esa discusión debería poder hacerse con todos los recursos dialécticos posibles al alcance, incluido -aunque no creo que este sea el caso- el agravio y -como sí creo que es- la parodia.

De momento, lo que han logrado, como muestra la imagen, es la misma piedra con la cual los censores tropiezan un millón de veces: garantizar que todos quieran ver lo que ellos querían que nadie viera.